Autora
Nuria Varela
Descripción
En este libro, la periodista, escritora y experta en género Nuria Varela, nuevamente dialoga con las y los lectores sobre género y feminismo de una manera sencilla y fluida, reflexionando sobre ese “senti-pensar” de cansancio que enfrentan las mujeres. Ese desaliento lo aborda, al menos, desde dos perspectivas. La primera está relacionada con un cansancio físico, derivado de las dobles y hasta triples jornadas de trabajo que las mujeres desempeñan sin pausa. Trabajo que no es reconocido ni mucho menos remunerado. La segunda se refiere, sobre todo, a estar cansadas de la misoginia vieja y reciente. Mientras que la misógina vieja está representada por lo que conlleva la discriminación directa, la más reciente, adoptando nuevas formas, sigue siendo causa y consecuencia de la desigualdad y la violencia.
Ante la pregunta “¿de qué estamos cansadas?”, la autora presenta múltiples respuestas. Primero, comienza por estar cansadas, exhaustas y hartas de la violencia de la desigualdad «de no poder». Continúa con el hastío «de no tener dinero», «de no tener tiempo libre», «de no tener autoridad», «de no tener derecho sobre nuestro propio cuerpo», «de que se nos utilice», «de cuidar» y «de discutir lo obvio». Así, enuncia un sinfín de obstáculos originados y reforzados todos los días por el sistema patriarcal.
Feminismo institucional
La autora hace un recorrido sobre su paso en el Ministerio de la Igualdad, narración que deja una gran enseñanza sobre el trabajo del feminismo en las instituciones. Principalmente, menciona los obstáculos comunes que siguen enfrentando las instancias gubernamentales responsables de promover el derecho a la igualdad de género: falta de presupuesto y poca credibilidad ante medios de comunicación, críticas y burlas sin fundamento, entre otros.
Cansadas de la violencia
Como parte de esta obra, Nuria Varela relata su experiencia como reportera en Bosnia, Afganistán y Ciudad Juárez, encontrando en todas ellas comunes denominadores: la extrema violencia y la permanente violación a los derechos humanos de las mujeres. También, hace notar, lo evidente de esa situación y su invisibilización, así como la falta de atención por parte de los gobiernos y múltiples actores políticos.
En relación con la extrema violencia y la permanente violación a los derechos humanos de las mujeres, Nuria Varela destaca, como referente particular de México, el caso de Ciudad Juárez. La selección se basa precisamente en la impunidad de los feminicidios, la revictimización a las familias de las mujeres asesinadas y la violencia en contra de las activistas.
Acerca de la invisibilización e inatención a la situación de violencia contra las mujeres, Nuria Varela subraya la falta de generación de datos sobre la violencia en contra de las mujeres y los nulos esfuerzos por combatirla o dejar de considerarla un grave problema a nivel mundial. Al respecto, afirma que “según la OMS, la violencia contra las mujeres es un «problema de salud global» que tiene «proporciones epidémicas»”. Ante ello, la autora se pregunta “¿no es el desdén hacia la vida de las mujeres una forma de misoginia en sí mismo?”
A través de sus líneas, la autora es contundente, y la historia reciente lo confirma: mientras no se modifiquen las relaciones de poder, ningún avance de los feminismos será definitivo. Por ello, si bien es cierto que ante el cuestionamiento directo “mujeres ¿están cansadas?”, seguramente la respuesta será sí, el cansancio no es sinónimo de rendición. Las mujeres podremos estar cansadas, pero no rendidas, ni sumisas ante la violencia, la discriminación, la desigualdad que oprime y niega el reconocimiento y la redistribución.
Esta obra desarrolla el cansancio de las mujeres a partir de diversos temas: (i) ¿amor romántico?; (ii) cansadas de la nueva misoginia; (iii) consentimiento; (iv) cansadas de no tener; (v) cansadas de estar cansadas; y (vi) cansadas de la violencia.
¿Amor romántico?
El amor romántico es un producto mítico que influye en la organización social al estar en todo nuestro alrededor; la música, la literatura, el cine, la cultura. Entonces, ¿qué hacer cuando el amor romántico se hace popular y normativo?, ¿qué hacer cuando el amor y las relaciones de pareja continúan alimentando la desigualdad? Es necesario «analizar las relaciones de poder que hay inmersas», los mandatos que impone y visibilizar cómo el amor puede ser un distorsionador social que permite mirar con mucha tolerancia los «defectos masculinos» y, en el peor de los casos, tolerar actos de violencia.
Cansadas de la nueva misoginia
En este capítulo, Nuria Varela pone sobre la mesa diversas formas de violencia, desigualdad y discriminación que, siendo antiguas y arraigadas en la sociedad, en la actualidad adquieren nuevas modalidades y formas de ser nombradas. También, menciona la presencia de conductas «más sutiles» cubiertas bajo el «velo de la desigualdad» y la «cultura del simulacro», según la cual, mujeres y varones tenemos los mismos derechos y vivimos en las mismas realidades, presumiendo que «el patriarcado ha muerto», deslegitimando a las mujeres en la historia, la historia de las mujeres y su lucha por la igualdad.
Nuria Varela señala acertadamente que la violencia de género es la máxima expresión de la desigualdad. Explica que la desigualdad y la violencia están articuladas. Por un lado, la violencia es consecuencia de la desigualdad y, al mismo tiempo, es debido a la violencia que se mantienen las profundas diferencias entre mujeres y varones. Es por ello que “la igualdad es la única medicina preventiva para la violencia de género”. Reflexionando sobre la actuación de las autoridades frente a la violencia, la autora se enfoca en la insuficiente respuesta que aún muestra la justicia y en la pérdida de confianza hacia el sistema judicial. Al respecto, cada archivo o absolución aumenta la impunidad y refuerza la violencia.
Consentimiento
Nuria Varela cuestiona si puede hablarse de la existencia de un consentimiento libre cuando se alude a aquél para defender el ejercicio de la prostitución, el uso del velo o los vientres por alquiler. Sobre este tema, la autora argumenta que no puede haber libertad de contrato absoluto en sistemas sociales edificados sobre dominaciones, en tanto la necesidad y la desventaja social vician el consentimiento. Para ella, utilizar el argumento del consentimiento como ejercicio de libertad pura sólo es posible negando la existencia del patriarcado.
Cansadas de no tener
Varela recuerda como una de las principales causas de la desigualdad, la entrada de las mujeres al espacio público sin abandonar el espacio doméstico, en tanto que los hombres nunca entraron al espacio privado. Además, evoca cómo la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral remunerado no vino aparejada de cambios en el funcionamiento y organización de la sociedad respecto de los cuidados. ¿Renunciar o postergar la maternidad, o bien, renunciar al trabajo asalariado es conciliar? La respuesta es absolutamente negativa. En origen, conciliar significaba “la búsqueda de soluciones para ser una persona completa, es decir, con la posibilidad de un desarrollo profesional, personal y familiar”. Actualmente, el sentido que se le da a la conciliación o a la corresponsabilidad no consiguen eso.
Cansadas de estar cansadas
La autora concluye su obra reflexionando sobre la necesidad de capitalizar ese cansancio frente a la violencia, la desigualdad, la discriminación y la misoginia para aspirar a “erradicar la violencia de género, la discriminación, la insuficiencia en la participación de las mujeres en la toma de decisiones (…) a un reparto equitativo de los tiempos entre hombres y mujeres, compartir los espacios públicos y privados; compartir recursos y empleos y acabar con las brechas salariales, romper los techos y muros de cristal, para poder elegir el tipo y el tamaño de nuestras familias”.